viernes, 5 de octubre de 2007

Los negociantes de la salud dejan morir a los pacientes para aumentar sus ganancias


Los negociantes de la salud dejan morir a los pacientes para aumentar sus ganancias


Por Camilo Raigozo. VOZ
En la pasada edición de VOZ, expusimos dos ejemplos en los que se demostraba que la privatización de la salud de los colombianos, trajo como consecuencia que las personas que no tengan suficiente alcance económico para pagar los costosos tratamientos médicos, ofrecidos por las Empresas Administradoras de riesgos Profesionales (ARP) y las Empresas Prestadoras de Salud (EPS), favorecidas por el gobierno para explotar mercantilmente ese jugoso negocio, se tienen que morir en las puertas de los hospitales o recurrir a malabares engorrosos para exigir una adecuada protección del derecho a la vida.En dicha edición, hablamos de un caso de la ARP Colpatria y otro de la EPS Colmédica. En ambos casos, los pacientes tuvieron que solicitar la ayuda de la Personería de Bogotá, ente que se la brindó de manera eficiente y por medio de tutelas lograron que los mercaderes de la salud respondieran por sus obligaciones.Hoy denunciamos un ejemplo, de cómo las empresas que tienen la obligación de proteger la salud de la población, que por su precaria condición económica está afiliada al régimen subsidiado de salud, Sisben, se muestran renuentes a cumplir con sus obligaciones.Olga Flórez es una humilde mujer cabeza de familia, madre de tres hijos, residente en el sur de la capital. Los ingresos para la manutención de sus hijos los percibía de la venta de arepas y chorizos, hasta que una penosa enfermedad la dejó postrada en una cama.Su viacrucis y el de sus hijos comenzó en junio del año 2003, cuando presentó severos trastornos ginecológicos, con fiebre y tensión alta, que fueron tratados con antibióticos simples por la empresa Administradora de Régimen Subsidiado (ARS), Cafam.Dos años después, tuvo que asistir nuevamente a Cafam, pues los dolores abdominales, la gastritis y la hipertensión arterial se tornaron insoportables. Le volvieron a suministrar calmantes y algunos medicamentos.En marzo de 2006, volvió el dolor pélvico mucho más agudo. Por fin le hicieron una ecografía en la que se halló una masa anexial derecha (un tumor uterino). Sin embargo, pese al resultado le negaron la valoración de ginecología, con la excusa de que dicha enfermedad no está contemplada dentro del Plan Obligatorio de Salud, según lo expresa la propia Defensoría Distrital, quién conoció el caso.Según el ente de control, “pese a que a la paciente le había sido diagnosticada una miomatosis uterina hace seis meses, a la afiliada al régimen subsidiado le negaron el tratamiento para enfrentar su enfermedad y simplemente se han dedicado a darle algunos cuidados paliativos”.Días después, Olga Flórez tuvo que ser llevada de urgencia a la ARS Cafam , pues presentaba inflamación abdominal, intenso dolor pélvico y sangrado vaginal. Le practicaron un legrado y la mandaron a su casa, pero no iniciaron ninguna acción para eliminar el tumor, pese a que el médico que la trató había ordenado realizarle una histerectomía abdominal (extirpación del tumor).Con su penoso estado de salud y su deprimente condición económica, Flórez emprendió una batalla perdida contra los negociantes de la salud de la ARS y la Secretaría de Salud, quienes una y otra vez le negaron el derecho a la vida. Finalmente acudió a la Personería de Bogotá. Allí los abogados le redactaron una tutela por la que el juez sesenta y siete civil municipal, ordenó protegerle la vida a la paciente con el tratamiento integral adecuado, a la ARS Cafam y a los hospitales Meisen y Usme.Sin embargo, por no ser estos hospitales distritales de nivel tres, Olga Flórez tuvo que ser remitida de urgencia al Hospital Simón Bolívar, en donde a través de maniobras dilatorias y burocráticas le negaron el servicio. Fue necesario apelar a otra tutela, en la que nuevamente la Personería le brindó apoyo, para obligar a que la red de salud atendiera de forma acelerada a la moribunda paciente.Son los estragos causados por la Ley 100 de 1993, presentada al Congreso por su ponente, entonces senador de la República, Álvaro Uribe Vélez, quién ahora como Presidente, acaba de finiquitar su obra privatizando lo que restaba de la salud pública, convirtiendo la salud de los colombianos en mercancía entregada en bandeja a las voraces fauces del capital financiero.
Pie de foto: El gobierno prefiere entregar la salud de los colombianos a la voracidad del capital financiero o mantener cerrados los hospitales como el caso del San Juan de Dios.
Foto. C. Raigozo

miércoles, 3 de octubre de 2007

Breve Reseña

Académico Adolfo de FranciscoSesión
Especial Mayo 14 de 1998

Al iniciarse la etapa republicana de nuestra historia, Santafé de Bogotá era una ciudad que contaba apenas con veinticinco mil habitantes, población bastante exigua si se la compara con los varios cientos de miles de Tenochtitlán a la llegada de los españoles, o con los noventa mil con que contaba Sevilla, la más populosa de las ciudades de la península ibérica, al iniciarse la conquista. San Juan de Dios, a fines del siglo XVIII, había sido prácticamente el único hospital con que contaba la capital del Virreinato. Muy pronto, sin embargo, al iniciarse la república, otros pequeños hospitales se dieron al servicio para atender núcleos especiales de la población como los militares y los menesterosos.
En el año de 1828, el Libertador Simón Bolívar dictó un decreto que determinaba las funciones que debían cumplir los síndicos de los hospitales y en especial los de San Juan de Dios, y en octubre de 1832, la Cámara de la Provincia de Bogotá dictó el Decreto Orgánico del Hospital de Caridad. Se determinaba en el artículo primero que "En el Hospital de San Juan de Dios no se admitirá sino el número de enfermos que puedan asistirse con toda comodidad con el producto de sus rentas". El artículo tercero decía que "Se admitirán de preferencia aquellos pobres que tengan enferme-dades incurables i asquerosas, los que saldrán del hospital sólo en caso de que logren curarse perfecta-mente", y el artículo cuarto rezaba: "No se admiti-rán esclavos de ninguna clase de personas". Este decreto orgánico del Hospital lleva las firmas del Presidente de la Cámara, doctor José Félix Merizal-de y de don Rafael María Vásquez como Secretario.
En octubre de 1835, la Cámara de la Provincia de Bogotá, mediante decreto, estableció la Junta Administradora que debía gobernar el hospital, señaló el número y la calidad de sus funcionarios, y tres años más tarde reglamentó los aspectos económicos de la Institución. Los médicos forma-dos en el Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario que ejercían en el Hospital, desempeñaban labores médicas y quirúrgicas alternadas con quehaceres administrativos. El doctor José Félix Merizalde, por ejemplo, quien dirigió por algún tiempo el servicio de enfermedades venéreas e hizo reproducir sobre la puerta de entrada el conocido lema que existía en La Salpetriere de Paris: "Si no temes a Dios témele a la sífilis", pidió a la Goberna-ción de la Provincia que prohibiera la entrada al Hospital a los que hubieren contraído enfermedades debidas a su mala vida, como las prostitutas y los alcoholizados, alegando que la institución era pobre y que, en consecuencia, no debía aplicar sus recur-sos para tratar a los viciosos. La autorización pedida le fue otorgada pero la disposición tuvo corta vigencia.
Durante el siglo pasado el Hospital atendió toda clase de enfermos, desde los afectados por las epidemias de enfermedades infectocontagiosas hasta los heridos en las guerras civiles que frecuen-temente se presentaron por esos tiempos. Presiden-tes y expresidentes como José Hilario López y José María Obando fueron tratados en sus salas de enfer-mería, al igual que las damas más linajudas de la sociedad.
En 1858 el Estado de Cundinamarca sancionó el Código de Beneficencia en el que trataba de los enfermos mentales, disponiendo que fuesen recibidos en el Hospital, pero las condiciones para su internamiento eran tan exigentes que muy pocos podían ser hospitalizados. Refiriéndose al tema de los enfermos mentales, don Lino de Pombo decía: "Cuando alguno de ellos llegaba a enfermar-se, lo encerraban en su casa, si la tenía, o si no, ya en último caso, se llevaba al Hospital de San Juan de Dios, en donde el tratamiento al que se le sometía, de encierro en calabozos lóbregos y fríos, llamados con mucha propiedad jaulas, sujetado con cadenas, bañado con frecuencia con agua fría, en una palabra torturándolo implacablemente, pronto daba cuenta de él, siendo naturalmente raro el que escapaba con vida de semejante régimen, que dicho sea de paso era el régimen conocido y aplicado en aquellos tiempos en casi todo el mundo para el tratamiento de los que para su gran desgracia la suerte castigaba con la pérdida de la razón". Años más tarde, ya en este siglo, la Beneficencia de Cun-dinamarca organizó las instituciones hospitalarias destinadas al fin exclusivo de atender los enfermos mentales. San Juan de Dios no volvió a recibirlos y tan sólo en 1973, ocupando yo la Dirección del Centro Hospitalario, se inauguró una Unidad Psi-quiátrica, con el nombre del profesor Maximiliano Rueda Galvis, en donde se pudieran atender los problemas psicológicos y psicosomáticos de los enfermos de tan importante Hospital General.
Un hecho importante en la historia del Hospital tuvo lugar en 1867 cuando el General Santos Acosta sancionó la ley presentada a la Cámara de Representantes por el diputado doctor Vicente Plata Azuero creando la Universidad Nacional, y el Hos-pital de San Juan de Dios, que pertenecía al Estado de Cundinamarca, se incorporó a ella. El decreto reglamentario de la Ley que estableció la Universi-dad Nacional, designó como local para la Escuela de Medicina el claustro principal del edificio de San Juan de Dios anexo al Hospital. El decreto firmado por el Presidente Santos Acosta, fue segui-do por el nombramiento de todo el profesorado de la Escuela de Medicina, entre los cuales figuraron médicos eminentes de la categoría de Antonio Vargas Reyes y Nicolás Osorio. Dos años más tar-de, en 1870, el Hospital de San Juan de Dios entró a formar parte de los establecimientos adminis-trados por la Junta de Beneficencia de Cundina-marca.
Sucesivas modificaciones legales han venido cambiando la relación del Hospital con la Universi-dad Nacional y las instituciones de salud del Estado. Pero su vigencia como Hospital Universi-tario, destinado principalmente a la atención de los menos favorecidos por la fortuna y a la formación de los profesionales de la salud, se ha seguido manteniendo incólume a lo largo de los 275 años de su existencia. Hacia mediados de este siglo, San Juan de Dios era prácticamente el único hospital de la ciudad en donde se enseñaba la profesión médica. La aparición de nuevas Facultades de Medicina y de nuevos hospitales, permitió que la acción universitaria se cumpliera con éxito induda-ble en otras instituciones. Sin embargo, el Hospital de San Juan de Dios, con su inmensa y respetable tradición, con su vigoroso y permanente impulso por alcanzar metas cada vez más altas en el desarrollo de su misión, continuará siendo, sin duda alguna, el más importante de los Hospitales del país para todos aquellos que nos formamos en él y para los que en algún momento de nuestras vidas tuvimos el honor de dirigirlo.

martes, 2 de octubre de 2007

LO QUE ES DEMOCRACIA DIRECTA


LO QUE ES DEMOCRACIA DIRECTA


Democracia: Gobierno en el que el pueblo ejerce la soberanía.
Para que se de la plena democracia tiene que existir la democracia directa, ya que se trata de la deliberación y decisión directa del ciudadano informado, tanto en el proceso legislativo como en el gobierno y la políticas públicas.
En Colombia funciona la democracia representativa, en la que los votantes eligen al gobierno y al congreso dándoles todo el poder para que decidan como mejor les parezca y como estamos bajo el régimen de un sistema capitalista voraz, la democracia representativa esta a su servicio, la plata es la que elige, de ahí la mala distribución del ingreso (La acumulación de la riqueza en pocas manos y el aumento y de la pobreza y la miseria en las grandes mayorías.


El que delega a otros para que decidan por él, pierde, y cada vez perdemos mas.


¡LUCHEMOS POR TENER UNA DEMOCRACIA DIRECTA PARA DERROTAR LA INJUSTICIA SOCIAL!